Tras tanta complicación para desarrollar nuestros talleres en Copacabana, y acercándose la fecha de cumpleaños de Elena, decidimos darnos unas cortas vacaciones, celebrar los treinta en la Isla del Sol y así conocer este mágico lugar. Así que amanecimos en Copacabana, con un delicioso y especial desayuno, y nos dirigimos hacia el barco que nos llevaría hasta la Isla del Sol.
La Isla del Sol esta situada exactamente en el centro del Lago Titicaca y es un lugar mítico, con gran armonía y un bellísimo paisaje. En la isla aún viven unos 2 mil habitantes, originarios de la Isla, los Aymaras, que principalmente se abastecen de agricultura, ganadería y pesca, aunque actualmente se continúa con estas actividades, han descendido ya que también muchos se dedican a hosteleria, hospedajes y excursiones a los múltiples turistas. A lo largo de sus 11 km, la isla se divide en Norte y Sur. Nosotros visitamos el norte, la parte aún menos visitada, mas tranquila y donde aún los pobladores se dedican a sus actividades ancestrales, dado que en el Sur, ya prácticamente la gran mayoría de los habitantes se dedican al turismo, además de cobrar por pisar la isla y por cruzarla del Norte al Sur.
La punta mas alta de la isla se sitúa a unos 6000 msnm, y al frente queda la inmensa cordillera blanca, los múltiples nevados que desde allí se pueden apreciar .
Durante el día, a pesar de la gran altura, se puede disfrutar de un agradable clima y un sol fuertísimo, que obliga a proteger la cabeza, es tan intenso que no permite sentir el frío durante las horas de luz, pero cuando éste se esconde, la altura se deja notar en su máximo esplendor.
En la Isla no hay carros, no hay motos, no hay internet, no hay muchas cosas del mundo moderno y acomodado del que venimos, y ese es uno de sus mayores encantos que posee.
Nosotros tuvimos la oportunidad de estar en la casita de barro del Sr. Benito, una pequeña cabaña, construida a base de barro, de dos metros de ancha por cinco de larga sin luz, sin agua y sin baño, en lo alto de una montaña, con una camita y un fogoncito de leña. Así, vive la gran mayoría de los pobladores de la isla, con el ritmo natural del día, cocinando a leña, y bueno, la luz, ya casi todas las viviendas la tienen desde hace varios años.
Hay una leyenda que cuenta que un relámpago, o algo semejante, hizo caer del cielo al hijo del sol; Manco Capac, quién fue conocido como el primer Inca, y del medio del lago surgió el Dios Viracocha, de quién surgieron los reyes incas y quienes crearon el Imperio Inca. Los Aymaras están convencidos de que en la isla se encuentra la energía que creo a todo el mundo.
Al frente de la Isla del Sol se encuentra la Isla de la Luna, donde cada 21 de Junio se realizaban ofrendas a la Pachamama, la ofrenda consistía en ofrecer niñas vírgenes, elegidas por su belleza, para ser sacrificadas en la misma Isla de la Luna.
Del imperio que construyeron los Incas en la Isla del Sol, actualmente se pueden visitar las ruinas. Esta imagen pertenece a las ruinas que aún se conservan en el Norte de la Isla. Era lo que se conocía como el laberinto, frente a una preciosa playa, de arena blanca y fina y agua helada.
Y a pesar de parecer que nos encontramos de nuevo en el caribe, por lo cristalino de las aguas, aún estamos a muchos metros de altura sobre el nivel del mar, en el altiplano y los pobladores son ganaderos y agricultores, por ello son bien comunes imágenes como esta, que nos recuerdan que no es la playa del caribe, sino que es un pequeño paraíso en el centro del continente sudamericano, el caribe boliviano.
Y como decíamos, cuando el sol se esconde, y todos corren a sus casa en busca de cobijo y calor a la lumbre, justo los últimos rayos de luz iluminan el gran y frío nevado frente a la Isla, el guardián del lago.
Y tras tres días de vacaciones en la Isla y un gran susto que Juancho nos hizo pasar, ya que hizo correr a una oveja hasta perderla en la montaña, y después de una intensa búsqueda de la pobre oveja extraviada, porque sino no podíamos salir de la Isla, dado que además ellos tienen sus propias leyes, nos volvimos hacia Copacabana para seguir de nuevo nuestro viaje hacia el Sur, en busca de otro lugar que si quiera beneficiarse de nuestro trabajo.
Nos despedimos de la Isla del Sol, y de la Isla de la Luna, que no pudimos visitar debido a lo caro de su visita, debido que había de realizarse en velero privado. Nos conformamos con verla al marchar, desde el pequeño barco que nos lleva de nuevo a Copacabana.
Hermoso sin palabras
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